sábado, 2 de febrero de 2013

¿Marxista o keynesiano?

(¿o empresario del año, gerente de Aerolíneas, Techint, YPF, viceministro de Economía, el elegido de Cristina, el nuevo Moreno….?)

Hace unos años, tomando un curso de macroeconomía con el Dr. Kicillof en donde debíamos estudiar las distintas corrientes del pensamiento económico, el mismo nos decía que para clasificar a qué corriente o escuela pertenece cada economista nos íbamos a quedar con “lo que cada uno dice ser”, aún a pesar de que sabíamos que en los hechos, no necesariamente expresan aquello como se presentan.

¿Marxista o keynesiano? Ezequiel Burgos contesta: “por más que se defina como keynesiano, Kicillof es marxista.” Y la prensa burguesa aprovecha para fomentar un sentido común macartista, por más que aclare que “ser marxista no es ni bueno ni malo”. Ya en la historia nos hemos acostumbrado a que a los rescatistas del capital como Roosevelt con el New Deal o incluso el reciente megasalvataje a los bancos norteamericanos por parte de Obama se los tilde de “bolcheviques”, cuando no han sido otra cosa que mecanismos para dale vida a la valorización del capital poniendo a disposición todos los medios posibles con los que cuenta su representante general, el Estado. En esta vuelta, Burgos afirma que Kicillof es marxista porque “él es una persona que analiza la economía a través de las categorías que construyó Marx y analiza la economía en términos de la dinámica que construyó Marx”, es decir que ni siquiera para caracterizarlo puede apelar a una medida “estatista” del tipo de una nacionalización –la compra de acciones en YPF ni siquiera califica- que confunda vulgarmente al socialismo con una política económica capitalista, sino que el marxismo se define solamente por las categorías con que se analiza la realidad. Una escisión absoluta entre la teoría y la práctica.

El pensamiento económico de Kicillof nos tiene sin cuidado, que se crea o diga keynesiano, marxista, monetarista, o lo que sea, es una discusión totalmente estéril. Lo que sí es importante clarificar es para qué lado juega este sujeto, y eso se define en la cancha: un economista “buen gestor” del capital (o directamente “el empresario del año” gestionando un holding de 29 empresas estatales) no puede jugar para otro lado que no sea para el capital, por más que algunos burgueses locales se sientan “amenazados” por sus dichos, en el fondo respiran aliviados al ver que se siguen manteniendo las leyes de flexibilización laboral, la caída del salario real por inflación y topes a las paritarias, casi la mitad de los jóvenes en condiciones de precariedad laboral, el ajuste de tarifas y el pago de la deuda externa. En el ABC del marxismo el Estado es un instrumento de dominio de la burguesía, un órgano de opresión de una clase por otra, o “el producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase”, al decir de Lenin. Y los agentes de ese tipo de Estado son agentes del capital, no son “políticos” o “economistas” que bregan por los trabajadores. La clase obrera esto lo sabe muy bien, y poco a poco va despertando de las  ilusiones reformistas, tomando conciencia de sus fuerzas como lo demostró en el paro del 20N, a pesar de sus conducciones burocráticas.
Si conocer las categorías marxistas nos hace marxistas, entonces la burguesía debería estar preocupada por los centenares de “marxistas” que abundan en la academia universitaria –en especial de sociales, filosofía, economía- hablando de clases, plusvalía y explotación. Sin embargo, como el marxismo no es ni dogma ni letra muerta, es un programa de acción revolucionaria, no alcanza con contemplar el mundo a través de sus categorías, pues “de lo que se trata es de transformarlo”. La conclusión más importante es que sólo una clase puede liberar a la humanidad toda, a partir de la construcción de una fuerza social capaz de abolir la propiedad privada y la sociedad de clases. Esto es lo que guió y guía la vida de los revolucionarios, incluso el propio Marx, y de allí su vida consecuente junto a los trabajadores. ¿A qué marxista se le ocurre que para destruir al Estado capitalista hay que formar parte de sus filas? Lo cual no excluye, desde ya, la importancia de la lucha parlamentaria.

Burgos se equivoca cuando afirma que Kicillof es un “convencido” de lo que “puede hacer una persona estando al frente de un gobierno para mover y disciplinar esas variables y cómo eso puede llevar bienestar a una población”. Lamentablemente esa es la ilusión de todo economista y estudiante de ciencias económicas a quienes se les construye una especie de omnipotencia del “policy maker”, como si efectivamente el curso de la economía y de los acontecimientos pudiera digitarse desde un escritorio. En ese caso, todo es cuestión de “manejar bien las variables”, y así se puede reformar la realidad desde un ministerio, sólo se trataría de una buena gestión. Se naturaliza así la explotación del obrero y se niega todo carácter de clase del Estado. Pero la contradicción (¿?) interna de Kicillof es que efectivamente él conoce las categorías marxistas, sabe muy bien que la vía reformista no es más que una ilusión, y que el “bienestar de la población” es en realidad el bienestar de unos pocos a costa del lomo de la mayoría. O quizás nunca le importó profundizar en esas “categorías” y su opinión es la que decía Lenin “en opinión de los políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra.” Quién sabe qué conflictos tendrá su cabeza, aún cuando era subgerente general de Aerolíneas y representante del Estado en Siderar negaba ser funcionario público (¡!!) incluso contestando cínicamente a un grupo de profesores “dicen que soy de La Cámpora, pero la verdad, yo no se si soy de la Cámpora o no”.

Lo que nos interesa a fin de cuentas no es seguir indagando en la ideología del “convencido” Kicillof, este más bien es un oportunista de la política, hoy devenido en ferviente cristinista. Pero sí queremos dejar en claro que todo marxista que busque transformar la realidad estará siempre luchando junto a los trabajadores por la emancipación de los explotados y oprimidos. Y eso es totalmente lo opuesto a formar parte de un gobierno burgués.

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