jueves, 14 de febrero de 2013

Impuestos e inflación: un callejón sin salida para el salario obrero




LAS MÍSERAS SUBAS DEL MÍNIMO NO IMPONIBLE

   Luego del parazo nacional del 20N al gobierno no le quedó otra que dar una respuesta a la justa reivindicación contra el impuesto a las ganancias que recaía sobre el salario de los trabajadores. Con bombos y platillos anunció un aumento del 20% del mínimo no imponible y de las deducciones para la cuarta categoría del impuesto a las ganancias, asegurando que se trataba de una medida en favor de los intereses de los trabajadores. Sin embargo, el 20% de aumento se encuentra por debajo de los niveles inflacionarios que existen hoy en la economía argentina, y muy lejos ya del 50% de inflación desde la última vez que se actualizó en el 2011. Esto implica que si los salarios en las próximas paritarias se ajustan cercanos a los valores inflacionarios (alrededor de un 25%) provocaría un aumento del pago del tributo para aquellos trabajadores en relación de dependencia que ya estaban pagando el impuesto y también el ingreso al pago del mismo de aquellos trabajadores que están muy cerca del mínimo no imponible, lo que termine provocando una pérdida neta del salario real. Para que esto no ocurra, los salarios tendrían que ajustarse al 20% como las subas del MNI y las deducciones, lo que implicaría un aumento nominal por debajo de la inflación, esto es, nuevamente, una perdida del poder adquisivito del salario. Es decir que este anuncio que para el gobierno es una medida a favor de los trabajadores, hará que o tributen lo mismo a costa de un menor salario real o que paguen más impuesto al salario si mínimamente el aumento iguala la inflación.
   La medida no favorece al trabajador y si al estado nacional y las provincias (el IG es coparticipable) que mínimamente recaudarán lo mismo que antes de la suba y posiblemente terminen recaudando más. En 2012 el gobierno ya recaudó por el impuesto al salario entre 17 y 22 mil millones de pesos. Pero principalmente el objetivo del anuncio del MNI está puesto en limitar las demandas por salario en las paritarias y de esa forma disminuir el “costo laboral” de las empresas.


UNA ESTRUCTURA TRIBUTARIA REGRESIVA
  
   En teoría, el impuesto a la renta puede ser un elemento que redistribuya de manera progresiva los ingresos.  Con tasas progresivas se lograría que mientras más renta tenga el contribuyente mayor sea la alícuota a aplicar y así los que tengan más ingresos son los que proporcionalmente tributen más. Pero en la Argentina este impuesto cada vez tiene menos de progresivo y más de regresivo. No sólo por una cuestión técnica que hace a las escalas de las tasas " a secas", sino que en la concepción misma del tributo hay una teoría de la distribución personal del ingreso que considera a todos los "ciudadanos" por igual borrando así su papel en la producción de la riqueza y su relación con los medios de producción. Si, por el contrario, hubiera una concepción desde el punto de vista funcional del ingreso sería a las claras una injusticia el aplicar el impuesto a los asalariados. En términos marxistas, se trata de una razón "de clase".
  Si el impuesto al salario ya es fuente de enorme malestar entre los asalariados, observando el conjunto de la estructura tributaria puede concluirse fácilmente que el gobierno sustenta cada vez más su recaudación en las espaldas de los trabajadores. Empezando con el IVA (impuesto al valor agregado) que afecta principalmente a los consumos populares y participa en casi un tercio de los ingresos del fisco. Podemos ver en la participación de cada tributo en la recaudación fiscal del 2011 lo regresivo del sistema tributario:

   -IVA 29%
   -Sistema de seguridad social 25,1%
   -Ganancias de Sociedades 13,1%
   -Derechos de exportación 9,8%
   -Créditos y débitos en cta. cte. 6,8%
   -Ganancias de personas físicas 6,6%
   -Combustibles 3,3%
   -Derechos de importación y otros 2,9%
   -otros 3,4%
   
  Los aportes a la seguridad social también tienen un peso significativo. Una parte de ellas se descuentan del sueldo y otra parte las constituyen las contribuciones patronales, pero estas últimas gozan de significativas reducciones gracias a otra herencia del menemismo que fue continuada por los K. Lo recaudado en este concepto sólo debería ser utilizado para el pago de jubilaciones y otros tipos de rentas vitalicias, sin embrago, el gobierno utiliza parte de estos fondos para hacer frente mayoritariamente a los pagos de la deuda pública. Es decir que, parte de lo recaudado para seguridad social termina en manos de especuladores financieros.
   Es decir que los trabajadores y sectores populares son los que más pagan, no sólo con el IVA y los aportes a seguridad social, también ahora con el impuesto a las ganancias sobre personas físicas. Este impuesto tiene una elevada participación del 6,6% del total de lo recaudado, donde se encuentra lo tributado por los trabajadores en relación de dependencia. Si se quiere tener una mejor redistribución se debe eliminar el impuesto sobre el salario y que lo paguen sólo aquellos que ocupan cargos jerárquicos en las empresas. 

   
   ¿Y cuánto se les cobra a las empresas y los que más ganaron con el “modelo”? 

   Lo que se recauda en concepto del impuesto a las ganancias pagado por Sociedades es muy menor si se lo compara con el IVA, y más teniendo en cuenta que el 2011 fue un año de buen crecimiento económico por lo que las empresas registraron buenos resultados. Aquí se impone eliminar la tasa proporcional del 35% y establecer tasas progresivas donde las grandes Sociedades que tienen abultados resultados tributen tasas más altas que el 35% y que el impuesto a las Ganancias de Sociedades tenga un peso mucho mayor que el que tiene hoy en la estructura tributaria.
   Por otro lado, impuestos que podrían ser muy progresivos como Bienes Personales y Ganancia Mínima Presunta tienen una escasísima participación en la recaudación fiscal.  El primero grava el patrimonio de las personas físicas, pero la tasa máxima aplicada para aquellas personas con un patrimonio que supere los $5.000.000 es de ¡1,25%! Es necesario que se eleve mucho más la tasa a aplicar a estas grandes fortunas. Asimismo, la Ganancia Mínima presunta grava los activos de las sociedades con una ínfima tasa proporcional del 1% e incluso puede deducirse lo pagado por el impuesto a las ganancias, con lo que si lo tributado por este último es superior, las sociedades no pagan IGMP.
 
   En síntesis, podemos ver cómo la estructura tributaria argentina está basada fundamentalmente en la confiscación de los ingresos de los trabajadores. Las grandes riquezas y rentas en el país pagan un ínfimo porcentaje de lo que podrían tributar. El gobierno de CFK le saca a los trabajadores para dárselo a los especuladores financieros que tienen deuda pública, a los Roggio, Cirigliano, Edenor, Edesur y a todos sus amigos capitalistas para que hagan sus negocios, mientras sigue sosteniendo que todo esto es “en beneficio del trabajador”.

ACUERDOS CON EMPRESAS SÍ, TECHOS A LAS PARITARIAS, TAMBIÉN!
  
   Días después del anuncio de la elevación del mínimo no imponible en un 20% en la cuarta categoría, el gobierno realizó un dudoso acuerdo de precios por 60 días con las grandes cadenas de supermercados y electrodomésticos. Así, no sólo reconoció la inflación reciente, sino que no implica ninguna garantía de un límite al incremento de precios. Más bien se trata de dar vía libre el “día 61” de que los empresarios sigan remarcando precios para garantizar (eso sí) sus propias ganancias. El techo a las paritarias no sólo se realiza con pedidos formales de la presidenta llamando a “moderar las exigencias” a los sindicatos, sino con límites concretos como una suba perversa del MNI frente a la escalada inflacionaria, y con maniobras como los acuerdos de precios durante el período en que se negocian las paritarias, mostrando falsamente a los trabajadores que no hay aumentos y así poner techos ridículos al salario por debajo del 20%. Ni siquiera el ala oficialista de Caló en la CGT puede sostener semejante descalabro. Para peor, los trabajadores sólo podrán negociar sus salarios una vez al año, mientras que a las empresas se les permite, de mínima, remarcar cada dos meses. 

   Ante esta situación, es necesario pelear por el fin del impuesto al salario. Por una escala móvil de salarios, una indexación y ajuste bimensual o trimestral en base a la inflación real. Debemos exigir la apertura los libros contables de las grandes empresas para demostrar que la suba de precios no tiene nada que ver con pérdidas sino que es para mantener las altas ganancias a las cuales se acostumbraron todos estos años de falso “crecimiento con inclusión”. Como contadores, administradores y estudiantes de ciencias económicas en general podemos jugar un rol muy importante desnudando estas realidades y así poner nuestros conocimientos al servicio de los trabajadores..

sábado, 2 de febrero de 2013

¿Marxista o keynesiano?

(¿o empresario del año, gerente de Aerolíneas, Techint, YPF, viceministro de Economía, el elegido de Cristina, el nuevo Moreno….?)

Hace unos años, tomando un curso de macroeconomía con el Dr. Kicillof en donde debíamos estudiar las distintas corrientes del pensamiento económico, el mismo nos decía que para clasificar a qué corriente o escuela pertenece cada economista nos íbamos a quedar con “lo que cada uno dice ser”, aún a pesar de que sabíamos que en los hechos, no necesariamente expresan aquello como se presentan.

¿Marxista o keynesiano? Ezequiel Burgos contesta: “por más que se defina como keynesiano, Kicillof es marxista.” Y la prensa burguesa aprovecha para fomentar un sentido común macartista, por más que aclare que “ser marxista no es ni bueno ni malo”. Ya en la historia nos hemos acostumbrado a que a los rescatistas del capital como Roosevelt con el New Deal o incluso el reciente megasalvataje a los bancos norteamericanos por parte de Obama se los tilde de “bolcheviques”, cuando no han sido otra cosa que mecanismos para dale vida a la valorización del capital poniendo a disposición todos los medios posibles con los que cuenta su representante general, el Estado. En esta vuelta, Burgos afirma que Kicillof es marxista porque “él es una persona que analiza la economía a través de las categorías que construyó Marx y analiza la economía en términos de la dinámica que construyó Marx”, es decir que ni siquiera para caracterizarlo puede apelar a una medida “estatista” del tipo de una nacionalización –la compra de acciones en YPF ni siquiera califica- que confunda vulgarmente al socialismo con una política económica capitalista, sino que el marxismo se define solamente por las categorías con que se analiza la realidad. Una escisión absoluta entre la teoría y la práctica.

El pensamiento económico de Kicillof nos tiene sin cuidado, que se crea o diga keynesiano, marxista, monetarista, o lo que sea, es una discusión totalmente estéril. Lo que sí es importante clarificar es para qué lado juega este sujeto, y eso se define en la cancha: un economista “buen gestor” del capital (o directamente “el empresario del año” gestionando un holding de 29 empresas estatales) no puede jugar para otro lado que no sea para el capital, por más que algunos burgueses locales se sientan “amenazados” por sus dichos, en el fondo respiran aliviados al ver que se siguen manteniendo las leyes de flexibilización laboral, la caída del salario real por inflación y topes a las paritarias, casi la mitad de los jóvenes en condiciones de precariedad laboral, el ajuste de tarifas y el pago de la deuda externa. En el ABC del marxismo el Estado es un instrumento de dominio de la burguesía, un órgano de opresión de una clase por otra, o “el producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase”, al decir de Lenin. Y los agentes de ese tipo de Estado son agentes del capital, no son “políticos” o “economistas” que bregan por los trabajadores. La clase obrera esto lo sabe muy bien, y poco a poco va despertando de las  ilusiones reformistas, tomando conciencia de sus fuerzas como lo demostró en el paro del 20N, a pesar de sus conducciones burocráticas.
Si conocer las categorías marxistas nos hace marxistas, entonces la burguesía debería estar preocupada por los centenares de “marxistas” que abundan en la academia universitaria –en especial de sociales, filosofía, economía- hablando de clases, plusvalía y explotación. Sin embargo, como el marxismo no es ni dogma ni letra muerta, es un programa de acción revolucionaria, no alcanza con contemplar el mundo a través de sus categorías, pues “de lo que se trata es de transformarlo”. La conclusión más importante es que sólo una clase puede liberar a la humanidad toda, a partir de la construcción de una fuerza social capaz de abolir la propiedad privada y la sociedad de clases. Esto es lo que guió y guía la vida de los revolucionarios, incluso el propio Marx, y de allí su vida consecuente junto a los trabajadores. ¿A qué marxista se le ocurre que para destruir al Estado capitalista hay que formar parte de sus filas? Lo cual no excluye, desde ya, la importancia de la lucha parlamentaria.

Burgos se equivoca cuando afirma que Kicillof es un “convencido” de lo que “puede hacer una persona estando al frente de un gobierno para mover y disciplinar esas variables y cómo eso puede llevar bienestar a una población”. Lamentablemente esa es la ilusión de todo economista y estudiante de ciencias económicas a quienes se les construye una especie de omnipotencia del “policy maker”, como si efectivamente el curso de la economía y de los acontecimientos pudiera digitarse desde un escritorio. En ese caso, todo es cuestión de “manejar bien las variables”, y así se puede reformar la realidad desde un ministerio, sólo se trataría de una buena gestión. Se naturaliza así la explotación del obrero y se niega todo carácter de clase del Estado. Pero la contradicción (¿?) interna de Kicillof es que efectivamente él conoce las categorías marxistas, sabe muy bien que la vía reformista no es más que una ilusión, y que el “bienestar de la población” es en realidad el bienestar de unos pocos a costa del lomo de la mayoría. O quizás nunca le importó profundizar en esas “categorías” y su opinión es la que decía Lenin “en opinión de los políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra.” Quién sabe qué conflictos tendrá su cabeza, aún cuando era subgerente general de Aerolíneas y representante del Estado en Siderar negaba ser funcionario público (¡!!) incluso contestando cínicamente a un grupo de profesores “dicen que soy de La Cámpora, pero la verdad, yo no se si soy de la Cámpora o no”.

Lo que nos interesa a fin de cuentas no es seguir indagando en la ideología del “convencido” Kicillof, este más bien es un oportunista de la política, hoy devenido en ferviente cristinista. Pero sí queremos dejar en claro que todo marxista que busque transformar la realidad estará siempre luchando junto a los trabajadores por la emancipación de los explotados y oprimidos. Y eso es totalmente lo opuesto a formar parte de un gobierno burgués.